Salida correspondiente al domingo, 27 de marzo de 2022.
Ruta de once corredores en una mañana nublada pero sin lluvia.
VIDEO DE LA JORNADA.
Por José Ignacio
Palacios Zuasti 20 octubre, 2018 -
1:05
El
autor repasa unos hechos relevantes ocurridos en Navarra durante el
proceso de investidura de Juan Cruz Alli tras las elecciones de 1991.
Luis Roldán, durante su época como director de la
Guardia Civil. LA VANGUARDIA
El 26 de mayo
de 1991, se celebraron en Navarra elecciones municipales y forales.
Estas fueron las terceras desde que el 16 de agosto de 1982 entrara
en vigor la LORAFNA.
En las dos
ocasiones anteriores el centroderecha había concurrido por separado y
en ambas había accedido a la presidencia del Gobierno de Navarra el socialista
Gabriel Urralburu, mediante el procedimiento que entonces se establecía en el
artículo 29.3 del Amejoramiento del Fuero: “Si, transcurridos dos
meses a partir de la primera votación, ningún candidato hubiera obtenido la
mayoría simple, será designado Presidente de la Diputación Foral el candidato
del Partido que tenga mayor número de votos”.
Por eso, unos
meses antes de estos comicios de 1991, el centroderecha navarro,
que había aprendido el camino para llegar a la presidencia, se unió para, así,
poder lograr ser la lista más votada. Con tal fin, el 25 de marzo de 1991, se
firmó el Pacto entre Unión del Pueblo Navarro –UPN- y el
Partido Popular –PP- por el que desapareció la organización del PP de Navarra y
sus militantes en esta Comunidad Foral pasamos a pertenecer a
UPN. De esta forma, a partir de ese día, UPN representó en Navarra los intereses
del PP hasta el mes de octubre de 2008 en que esa unión se rompió.
Fue así como
la nueva UPN logró 20 escaños en esas elecciones forales, por
lo que se convirtió en la lista más votada y se situó en una posición
privilegiada para que su candidato, Juan Cruz Alli, pudiera
alcanzar la presidencia del Gobierno de Navarra por el mismo procedimiento por
el que la había logrado en las dos ocasiones anteriores el socialista Gabriel
Urralburu.
El arco
parlamentario que salió de las urnas fue el siguiente: UPN, 20
escaños; PSN-PSOE, 19; Herri Batasuna –HB-, 6; Eusko Alkartasuna –EA-, 3 e
Izquierda Unida –IU-, 2. A la vista de estos resultados, ni UPN en solitario,
ni el PSOE con la ayuda de EA e IU tenían asegurado el triunfo y para
poder abrir la puerta del Palacio de Navarra necesitaban la llave de los
6 votos de los proetarras de HB.
ALLI, UN
PRESIDENTE INDIGNO PARA EL PSOE
El Parlamento
se constituyó en el mes de junio y, una vez finalizados los
Sanfermines, el 17 de julio, el candidato de UPN, Juan Cruz Alli, se
sometió al debate de investidura. Las dos primeras votaciones, de las cuatro
que estaban previstas, las que eran de mayoría absoluta, se celebraron los días
18 y 20 de ese mes y su resultado fue de 20 votos a favor (UPN) y 24 en contra
(PSOE, EA e IU).
En ellas no
participó HB por los
problemas que le surgieron a una de sus parlamentarias, Zutoia Michel, que
estaba en la cárcel y no podía acudir al Parlamento. Después, en las otras dos,
las de mayoría simple, celebradas los días 22 y 24, volvió a alcanzar la
confianza de los 20 votos de su Grupo, UPN, y el voto en contra de los 30
restantes, HB incluida.
Unos días más
tarde, el 7 de agosto, hubo un nuevo debate de investidura. En esta
ocasión con el candidato socialista Urralburu, que en su discurso dijo que no
era posible un pacto político PSOE-HB, al tiempo que ofreció a los abertzales
el diálogo, pero únicamente en el Parlamento. Al día siguiente, el portavoz de
HB, Patxi Zabaleta, desde la tribuna del Parlamento, dejó muy claro que su
coalición iba a votar que no. Ante este anuncio, los dos socios del
pretendido gobierno de “progreso” -PSOE y EA- le respondieron que “estaban
regalando el Gobierno a la derecha”. Al término del debate, ese día 8, se
celebró la primera votación, en la que el candidato Urralburu logró 22 votos a
favor (PSOE y EA), 26 en contra (UPN y HB) y 2 en blanco (IU), por lo que los
socialistas eran conscientes de que si no se movían las posiciones en las tres
votaciones restantes su candidato sería rechazado y el regionalista
Juan Cruz Alli alcanzaría la presidencia del Gobierno el 18 de
septiembre.
48 horas
después de esa primera votación, el sábado 10 de agosto, a la una de la tarde,
se celebró la segunda con idéntico resultado. A partir de ese
momento ya solamente quedaban dos oportunidades más, estas de mayoría simple,
en las que Urralburu necesitaba obtener más votos a favor que en contra, por lo
que sólo un cambio de actitud de HB, votando a favor o simplemente
absteniéndose, podía propiciar el gobierno de “progreso” o de centroizquierda
(PSOE-EA) que es el que decían que “estaba pidiendo Navarra”.
Como estaba
previsto, los días 12 y 14 se celebraron esas votaciones, en las
que no hubo sorpresas y la candidatura de Urralburu fue rechazada. La
última sesión fue muy breve y tan pronto como concluyó el PSOE se percató de
que se le habían cerrado definitivamente las puertas del Palacio de Navarra.
Por eso, del Parlamento se fueron directamente a su sede del paseo de
Sarasate, en la que se reunió su Comisión Ejecutiva para aprobar una
declaración política que habían dejado pergeñada el día anterior, en la que se
recordaba que mientras que el PSOE se había negado a negociar con HB, Juan
Cruz Alli se había reunido con ellos en dos ocasiones.
En esa
declaración se decía que para los socialistas, “tanto el acuerdo
tácito con HB para el acceso al Gobierno, como el cambio explícito de posición
respecto al proyecto de autovía [de Leizarán] suponen una gravísima vulneración
de los principio que han venido sustentando los partido democráticos”, por ello
estimaban que Alli “se ha situado junto a quienes pretenden imponer
violentamente sus opiniones y se ha enfrentado, por tanto, a los partidos
políticos democráticos y a la mayoría de nuestra sociedad”.
En su
declaración, los socialistas consideraban a Juan Cruz Alli como
“indigno de acceder a la más alta representación de la Comunidad Foral”, al
tiempo que manifestaban su “firme decisión de no colaborar en el futuro con el
Gobierno que pueda presidir el Sr. Alli” y, anunciaban que, en el plazo que
todavía quedaba hasta que el candidato de UPN fuera proclamado presidente,
“el PSN está dispuesto a colaborar con todas las fuerzas
políticas democráticas que lo deseen, en la búsqueda de un compromiso que dote
a Navarra de un Gobierno de mayoría parlamentaria”.
El ya casi
presidente del Gobierno, Juan Cruz Alli, respondió ese mismo día
diciendo que la reacción del PSOE era un “desahogo muy humano que había que
entenderlo como una válvula de escape de una caldera de vapor
del PSOE en la que arroja leña mucha gente, todos los que se ven privados de su
puesto en la administración, de su status, etc”.
Después de
esa fecha ya no hubo más procesos de investidura, por lo que se dejaron correr
los plazos y el 18 de septiembre, tal y como estaba previsto, el presidente del
Parlamento –el socialista Javier Otano- propuso al Rey, para su nombramiento
como Presidente del Gobierno, a Juan Cruz Alli, que tomó posesión del cargo el
día 25 de ese mismo mes.
El nuevo
gobierno empezó a funcionar y el curso político echó a andar sin que el
PSOE se resignara a estar en la oposición y Urralburu a ser un simple
parlamentario, y todos ellos se negaban a tratar con un Gobierno presidido por
una persona a la que habían declarado “indigna”. En esta actitud se mantuvieron
hasta que en los primeros meses de 1994 empezaron a aflorar los temas de
corrupción que afectaron a Gabriel Urralburu, que le llevaron a
tener que dimitir como secretario general de su partido y como parlamentario
foral, y se creó en el Parlamento una comisión de investigación del denominado
‘Caso Huarte’.
LA TXARTELA
DE ROLDÁN
Fue el 16 de
junio de 1992 cuando, a través de una información publicada en el
diario ABC, nos enteramos de un informe que la Policía había incautado a
ETA en el que aparecía que en la tarde del sábado 10 de agosto de 1991, el día
en el que se había celebrado en el Parlamento de Navarra la segunda votación de
la investidura de Urralburu, había habido una conversación telefónica entre el
socialista Luis Roldán, ex delegado del Gobierno en Navarra y en
ese momento director general de la Guardia Civil, con Patxi Zabaleta,
portavoz de HB, en la que habían mediado los buenos oficios del parlamentario
foral socialista, José Luis Úriz, que entre los años 1988 y 1989 había sido
responsable de Izquierda Unida en Navarra y que en 1990 se había pasado al
PSOE. En ese informe incautado a ETA se decía: “Es a través de esta persona
[Úriz] como se da la entrevista entre P.Z. [Patxi Zabaleta] y E.C. [Enrique]
Curiel y cómo P.Z. recibe la llamada y petición de telefonear a L.R. [Luis
Roldán]. Le entregan el teléfono de L.R. en una “txartela” [tarjeta] de la
‘Presidencia del Gobierno de Nafarroa’ y le dicen que tiene que llamar
él ([P.Z.]. El teléfono es de Madrid y le dan hora para la llamada”. A
Zabaleta le advirtieron que la llamada “era para concertar una entrevista que
tendría lugar el domingo, día 11-8-91. No era por tanto, en principio, para
hablar o debatir cuestión alguna pero sin embargo al final fue esto último lo
que sucedió”.
Zabaleta,
sigue diciendo la información de ABC, llamó al teléfono de Madrid para
“confirmar y concretar la cita”, creyendo que “solamente se trataría de fijar
sitio y hora de la reunión del día siguiente. El sitio preestablecido iba a ser
el domicilio particular del parlamentario antes citado [Úriz]. Sin embargo, R.
[Roldán] empieza a hablar y preguntar acerca de la elección de Urralburu”.
En el
documento se detalla -según ETA- el contenido de la conversación
telefónica entre Luis Roldán y Patxi Zabaleta en la que el director
general de la Guardia Civil dice al dirigente batasuno que la elección de
Urralburu como presidente del Gobierno de Navarra es “muy importante en el
contexto de unas hipotéticas negociaciones”.
Asimismo,
según el documento etarra, Roldán subrayó a su interlocutor “que
la oferta que él hacía era la de mantener una reunión con HB, porque eso sería
un hecho importante por las siguientes razones: porque no existía relación
alguna entre HB y los etarras deportados en Santo Domingo; a este respecto
recordó que Ignacio Aldecoa e Íñigo Iruin no pudieron entrevistarse con
‘Antxón’ en su desplazamiento a la isla caribeña y que la decisión del Gobierno
era que no pudieran volver a entrevistarse. Subrayó que, a partir de ese
momento al Estado lo representaba el propio Roldán ‘y nadie
más’. También comentó que la reunión sería ‘secreta’”.
Continuaba
diciendo el diario ABC que, según el citado documento, el director
general de la Guardia Civil enfatizó que “esa reunión tenía que contar
con la garantía previa de nuestra abstención a Urralburu. Es decir, que fuera
cual fuera el resultado de la reunión, fuera cual fuera su contexto y
hubiere acuerdos o no, HB tenía que garantizar de antemano que iba a
facilitar un Gobierno de Urralburu”. “Sugería –añade- pero sin aclaración
alguna, que la reunión sería para iniciar ‘un nuevo proceso de conversaciones’,
pero como decimos no concretó nada más”.
El periódico
seguía informando que Zabaleta respondió que HB no podía garantizar –“a
priori”- un cambio de postura ya que antes quería discutir y llegar a acuerdos
sobre el programa de Gobierno de Navarra. La contestación de Roldán fue
que “si no había garantía previa (de la abstención) no podía haber reunión”.
Zabaleta le preguntó entonces qué importancia tenía eso si la reunión iba a ser
secreta, a lo que el director de la Benemérita contestó que “era igual, que se
acabaría sabiendo”. Zabaleta dijo que “el hecho mismo de la reunión es un
resultado y por lo tanto se debe considerar como tal, que es abrir una
posibilidad”.
En el
documento incautado a ETA se refería también a una reunión celebrada entre Patxi
Zabaleta y el político ex comunista y militante socialista Enrique
Curiel que “fue totalmente diferente”. Según el documento, Curiel manifestaba
que “su preocupación fundamental era que el PP no alcance un nuevo Gobierno
autónomo”, en este caso Navarra.
De todos
estos datos nos enteramos el 16 de junio de 1992, cuando Luis Roldán era
todavía el respetable director general de la Benemérita que poco después estuvo
a punto de ser nombrado ministro del Interior por Felipe González, y
cuando todavía no se había convertido en un prófugo de la justicia.
Además, en esa fecha faltaban todavía muchos meses para que estallara el ‘Caso
Huarte’ por el que Gabriel Urralburu sería condenado, por un delito de cohecho,
a 4 años de prisión. Y, lógicamente, en ese momento tanto Urralburu, como
Roldán y Úriz negaron todo lo que decía ese informe incautado a ETA y dijeron
que no se podía dar crédito a los asesinos.
Cuando conocí
toda esa información que venía a echar por tierra lo que Urralburu y el
PSOE de Navarra nos habían estado vendiendo desde el verano anterior,
escribí un artículo que Diario de Navarra me publicó el 25 de junio y que
llevaba por título ‘Dignidad y Coherencia’ en el que concluí así: “como no
puede ser cierto, por eso espero que el PSN-PSOE inmediatamente
desmienta, de forma clara y rotunda, todas estas filtraciones. Y, en caso
de que sean ciertas, por dignidad y coherencia y por el respeto que deben tener
al pueblo de Navarra, el Sr. Urralburu y sus colaboradores dimitan
inmediatamente de todos sus cargos”.
La respuesta
me la dio ‘el secretario de Comunicación y miembro de la Ejecutiva del
PSOE-PSN’, Carlos Cristóbal, que terminó su escrito así: “Pido
al señor Palacios, a los señores de UPN-PP, que por dignidad, por coherencia y
por el respeto que deben tener al pueblo de Navarra, apaguen el ventilador,
entierren el hacha de guerra, e intentemos volver a ser una comunidad en la que
Gobierno y oposición conviven y guardan las formas y maneras,
de ustedes depende si durante los próximos meses los políticos navarros vamos a
dedicarnos a descalificación de los líderes políticos navarros y a airear
supuestos escándalos políticos, o a trabajar buscando la armonía entre
Gobierno y oposición”.
Unos meses
más tarde, el 4 de octubre de 1992, el periódico Navarra Hoy, que
entonces se editaba en Pamplona, dedicó dos páginas a un careo al que habían
sometido a Patxi Zabaleta y José Luis Úriz, a los que presentaba
como los protagonistas en “el mes de agosto del pasado año de una serie de
encuentros políticos durante el proceso de investidura, para dialogar sobre la
violencia y la actitud que iba a adoptar HB en la elección del nuevo
presidente. No hubo acuerdo”. Ahora, seguía diciendo ese periódico, “doce
meses más tarde, con un panorama político distinto, tras el año de Gobierno
de Juan Cruz Alli y la actuación policial sobre ETA analizaban
la actualidad política navarra y las posibilidades de diálogo entre dos
formaciones que se autocalifican de izquierda”.
Navarra Hoy
indicaba que “de aquellas conversaciones, en las que participaron también de
una forma u otra el director de la Guardia Civil, Luis Roldán, y el presidente
de la Fundación Europa y militante socialista, Enrique Curiel, no hubo
otra conclusión que la falta de acuerdo”. José Luis Úriz trató de
transmitir a HB, a través de Patxi Zabaleta, que se abstuviera en la votación
de investidura de Gabriel Urralburu “porque siempre sería más positivo para el
desarrollo de Navarra un Gobierno de izquierda que un de derechas”. Los
socialistas, que defendían junto a EA lo que se denominó “gobierno de
progreso”, argumentaron que “ésa era la opción que mayoritariamente habían
votado los navarros, frente a la minoría conservadora que en el Parlamento
representan los 20 escaños de UPN”. Y seguía diciendo el periódico que por
su parte, HB exigió entonces debatir un posible programa de gobierno y plasmar
un acuerdo que garantizase su cumplimiento mínimo.
EL 'ESCÁNDALO
ROLDÁN'
Pasó el
tiempo y dos años más tarde, cuando ya se había destapado el ‘Escándalo
Roldán’, en el Congreso de los Diputados se creó una Comisión de
Investigación, en la que comparecieron muchas personas y en ella que declaró
-el 16 de mayo de 1994- un comandante de la Guardia Civil -S.G.R.- que habló
sobre lo sucedido en ese mes de agosto de 1991, cuando él era capitán y estaba
destinado en el Servicio de Investigación y Desarrollo de la Subdirección
General de Apoyo de la Guardia Civil. En su declaración, que está tomada
textualmente del Diario de Sesiones, el comandante dijo que: “Luis Roldán le
pidió el nombre de un confidente en Navarra para entregárselo a Herri
Batasuna”. Según S.G.R.: “el dirigente de HB Patxi Zabaleta exigió a
Roldán en 1991 la identidad del topo que había facilitado la caída del
comando Nafarroa de ETA a cambio de permitir que el socialista Gabriel
Urralburu accediera a la presidencia foral”. Y se preguntó: “¿Y por
qué pedían el francés? Porque era el autor de todas las desarticulaciones de
ETA en Navarra. … El caso es que me pedía eso y no lo di, me fui directamente.
Y además dije que no lo diría nunca. …Y el voto de HB no cambió”.
En
definitiva, lo que este comandante declaró en el Congreso de los
Diputados fue que para que HB permitiera la permanencia de Gabriel
Urralburu en la presidencia del Gobierno de Navarra, Patxi Zabaleta
había pedido al director general de la Guardia Civil, Luis Roldán, el nombre
del confidente o topo que había facilitado la caída del comando
Nafarroa de ETA y que Roldán, en vez de dar por terminada la
conversación con el batasuno ante una pretensión tan inadmisible, lo que hizo
fue acudir a la Guardia Civil y solicitarle esa información que,
lógicamente ésta se negó a facilitársela. Y, por eso, al no poder
cumplir los socialistas con lo solicitado por Zabaleta, Herri Batasuna siguió
votando en contra, Urralburu perdió el puesto y Juan Cruz Alli alcanzó
la presidencia del Gobierno por ser el candidato del partido más votado.
El asunto es
tan sórdido y de tal gravedad que sobre él he escrito en la prensa en
varias ocasiones; así, el 19 de mayo de 1994, el 20 de marzo de 1995 y el
28 de abril de 2005, en Diario de Navarra y el 24 de marzo de 2016, en ABC. A
mi escrito de 2005 me respondió, primero (30 de abril de 2005), Patxi
Zabaleta “desmintiendo” todo: “Jamás tuve nunca ningún conocimiento de
la trama que refiere el Sr. Palacios, según la cual Roldán andaba
preguntando a un comandante[1] el nombre del confidente que delató al
‘Comando Nafarroa’, para cambiar dicha información por un apoyo político, que
por cierto no se produjo. Considero que tal trama es una fábula inventada, es
decir una mentira. Desde luego ni tuve ocasión de rechazarla, porque es
la primera vez que tengo noticia de tal patraña”.
Le repliqué
inmediatamente y se calló. Y, a continuación, entró en acción José Luis
Úriz (3 de mayo de 2005) diciendo que yo le “implicaba de manera falsa
(por cierto, mentir es pecado) e inmoral en una supuesta trama en la que, según
su calenturienta imaginación, había que entregar a ETA el nombre de un
infiltrado (supongo que insinúa para matarlo, y de ahí viene lo de
inmoral) a cambio del apoyo de HB en la investidura del
candidato del PSN”. Y añadió: “Entendía que la mentira era tan burda, la
supuesta información tan falaz, insultante e impropia de una persona que se
reconoce muy religiosa, que más bien se trataba de una campaña de prensa (a
costa de calumnias sobre Zabaleta y sobre mí … Pero ahora leo que sigue
insistiendo, y para evitar eso de que ‘el que calla otorga’ he decidido
escribir este desmentido. Jamás participe ni participaré en ninguna operación
que suponga una monstruosidad como la que el Sr. Palacios
insinúa”. Y concluía así: “Muy mal, Sr. Palacios. Con lo bien que me caía y lo
bajo que ha caído”. También le contesté y no hubo respuesta por su parte.
¡Qué amnesia
tan súbita tuvieron los dos que se olvidaron del cara a cara que
habían tenido en Navarra Hoy en octubre de 1992, como he citado más arriba!
DE ERMUA A
LIZARRA
Y de ese
escrito, en el que José Luis Úriz negaba todo, han pasado más de trece
años y, ahora, hace unos días, el lunes 24 de septiembre de 2018, en
Diario de Noticias se ha descolgado con un artículo, que lo firma en su
condición de ‘exparlamentario y concejal del PSN’, con el título de ‘19
años del ‘espíritu de Leitza’, en el que confiesa que el 20 de septiembre de
1999, se celebró una comida “secreta” en el caserío de Patxi Zabaleta,
en Leitza (“preparada por Koro, la compañera de Patxi”) a la que dice
asistieron “Alfredo Pérez Rubalcaba, Enrique Curiel y yo mismo por el PSOE” y “Pernando
Barrena, Joseba Pemach Santi Kiroga y Patxi Zabaleta” por HB”.
En ese
artículo cuenta muchas cosas y, entre otras, reconoce que para esa fecha Enrique
Curiel y él llevaban diez años de contactos con Patxi Zabaleta y que
esas reuniones las hacían “siempre con la supervisión del ínclito Rubalcaba” y
que de esa “comunicación y diálogo sabía … especialmente Felipe
González”.
Antes de
seguir con lo que ahora nos descubre José Luis Úriz, conviene
contextualizar el momento en el que se celebró ese encuentro, esa comida
“secreta”.
En septiembre
de 1999 gobernaba en España el Partido Popular. El presidente del Gobierno
era José María Aznar y el ministro del Interior Jaime Mayor
Oreja. Y en Navarra gobernaba Unión del Pueblo Navarro (coaligado con el PP) y
el presidente del Gobierno era Miguel Sanz. Por tanto, en España y
en Navarra el PSOE estaba en la oposición y no tenía ninguna responsabilidad de
gobierno en materia antiterrorista.
Pero, además,
dos años antes, el 10 de julio de 1997, la organización terrorista ETA había
secuestrado al concejal del Partido Popular de Ermua (Vizcaya) Miguel
Ángel Blanco y lo había ejecutado dos días después. Un suceso que hizo
que España entera, y con ella el País Vasco y Navarra, se movilizara contra ETA
y acorralase a su brazo político Herri Batasuna, en lo que se llamó
el ‘Espíritu de Ermua’.
Hay que
recordar que en esas horas en las que Miguel Ángel Blanco estaba en su
cautiverio, a petición del presidente del PP vasco, Carlos Iturgáiz,
se reunió, con la oposición del presidente del PNV, Xabier Arzalluz, la
comisión de seguimiento del Pacto de Ajuria Enea y en ella se produjo el
siguiente diálogo entre éste e Iturgáiz:
-Iturgáiz,
estos que gritan «Vascos, sí, ETA, no» son los de todos los autobuses que
habéis pagado para venir a la manifestación -dice Arzalluz.
-Javier, hay
que ser ciego para decir eso. Los que gritan son vascos. Eres
mezquino –le responde Iturgáiz
-Qué van a
ser vascos. Son gentes que habéis traído de fuera –le replica Arzalluz
Y, el 13 de
julio, un día después de la manifestación de Bilbao en la que se pidió la
liberación del edil y cuando el cadáver de éste todavía estaba caliente,
Arzalluz que se sentía desbordado y en cierta medida aludido por los
gritos incesantes de «Libertad» que había oído en la calle el día
anterior, en donde había visto a muchos de sus militantes y simpatizantes en
primera fila, codo con codo con gentes de otros partidos, al comprobar que su
visión nacionalista de la sociedad vasca peligraba, porque muchos tabúes se
estaban moviendo en las últimas hora, en una nueva reunión de esa comisión de
seguimiento le dijo a Iturgáiz:
-Mira, Iturgáiz.
Ahora estamos todos subidos en la cresta de la ola, pero no olvides
que la ola bajará y, cuando baje la ola, tomaremos cada uno nuestro camino.
Unas palabras
que Carlos Iturgáiz interpretó así: «ahora tenemos que estar con
vosotros, ayudándoos, pero sólo por un tiempo».
Sí, en esos
días de julio de 1997 cuando, según Arzalluz, estábamos “todos subidos en la
cresta de la ola”, Herri Batasuna se vio aislada y acorralada. El propio Xabier
Arzalluz lo describe así en su libro autobiográfico cuando dice: “Fueron ellos
[ETA] los que consiguieron aquella movilización sin precedentes (…) De modo que
el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco alcanzó la repercusión
que tuvo porque la propia ETA se puso la zancadilla”. Pero esa
zancadilla no le hizo caer, porque el PNV y su sindicato, ELA-STV, estuvieron
al quite para que se mantuviera en pie y, para ello, tan sólo tres meses
después, en octubre de 1997, ELA-STV presentó en Gernika el embrión de lo que
después se conocería como ‘Pacto de Lizarra’, que fue algo que el analista
político Patxo Unzueta lo describió así: “El intento de integración de ETA y su
brazo político había sido puesto en marcha por el PNV tras la
conmoción de Ermua”.
Es cierto que
en los meses siguientes al asesinato de Miguel Ángel Blanco, Herri
Batasuna no pudo actuar con la impunidad a la que estaba acostumbrada,
pero también lo es que los concejales y cargos del Partido Popular y de Unión
del Pueblo Navarro tuvimos que seguir sentándonos frente a frente a los de HB y
tuvimos que seguir llevando unas escoltas que en muchos casos no sirvieron para
garantizar la vida a algunos de nuestros compañeros, porque entre los meses de
diciembre de 1997 y junio de 1998 seis fueron los concejales de PP y UPN que
ETA asesinó: José Luis Caso, José Ignacio Iruretagoyena, Alberto
Jiménez Becerril y su esposa Ascensión, Tomás Caballero y Manuel Zamarreño.
Como dijo el presidente Aznar pocos días después del asesinato de este último:
«dieron un ejemplo de gallardía, de valor, de defensa de los principios y en defensa
de los que nos han dejado ya».
Y, mientras
que ETA abatía a los concejales del PP y de UPN, los partidos
nacionalistas democráticos estaban afanosos negociando con el brazo político
de ETA, HB, y por eso, antes de que hubiera transcurrido tres meses
del asesinato de Zamarreño, el 12 de septiembre de 1998, todos ellos se
reunieron en Estella (Navarra) para firmar ese ‘Pacto de Lizarra’, del que
excluyeron al PP y, también, al PSOE porque, como allá se
dijo: «Tenemos que sumar quienes aceptamos que la soberanía corresponde a
ciudadanos y ciudadanas vascos». Ese pacto enterró el ‘espíritu de Ermua’ y fue
un paso previo para que ETA anunciara cuatro días después, el 16 de
septiembre, una tregua «indefinida e incondicional» que duró hasta el 3 de
diciembre del año siguiente.
Y es
entonces, durante la vigencia del ‘Pacto de Lizarra’, del que había sido marginado
el PSOE, y durante la tregua «indefinida e incondicional» en la que ETA no
mataba pero, como bien advertía Mayor Oreja, se estaba rearmando, cuando el
socialista Alfredo Pérez Rubalcaba acude a Leitza, a casa de Patxi
Zabaleta y allá estuvo “seis horas frente a frente” con los batasunos
Pernando Barrena, Joseba Pemach Santi Kiroga, en lo que Úriz nos dice que “fue
una comida llena de debate político, de intercambio de opiniones,
pero también, entrañable, en la que se fraguó lo que durante años y años fue
una vía de comunicación eficaz”.
Él lo cuenta
y no tenemos motivos para dudar de que fue una comida “entrañable” y que sirvió
para fraguar “lo que durante años fue una vía de comunicación eficaz” entre HB
y el PSOE, donde se fraguó el ‘Espíritu de Leitza’.
Pero la
realidad es que tan sólo cuatro meses después de ese encuentro tan cordial, el
21 de enero de 2000, ETA volvió a las armas y asesinó en Madrid al
teniente coronel Pedro Antonio Blanco y que un mes después, el 22 de febrero,
mató al socialista Fernando Buesa (y a su escolta), y que en
los meses siguientes de ese año 2000 acabó con dos socialista más: Juan María
Jáuregui, el 29 de julio, y Ernest Lluch, el 21 de noviembre, así como con a
cinco concejales del PP Jesús María Pedrosa, José María Martín Carpena, Manuel
Indiano, José Luis Ruiz Casado y Francisco Cano.
En ese
almuerzo de Leitza se habría podido fraguar “lo que durante
años y años fue una vía de comunicación eficaz” entre HB y PSOE pero
la realidad es que en los años siguientes ETA acabó con la vida de otros cuatro
socialistas más: Florián Elespe (21.03.2001), Juan Priede (22.03.2002), Joseba
Pagazaurtundua (8.02.2003) e Isaías Carrasco (7.03.2008) e hirió gravemente a
otro, Iñaki Dubreuil. Y mató, también a José Javier Múgica,
concejal de UPN, asesinado en Leitza (14.07.2001) y al presidente del PP de
Aragón Manuel Giménez Abad (6.05.2003). Y no nos podemos olvidar del resto de
víctimas mortales que hubo desde el final de esa tregua, entre otros el cabo de
la Guardia Civil Juan Carlos Beiro que también fue asesinado
en Leitza el 24 de septiembre de 2002.
Por lo que la
comida de Leitza pudo ser muy “entrañable”, pero sirvió de muy poco y no se
entiende que mientras que ETA asesinaba a siete socialistas y
hería gravemente a otro más, Rubalcaba pudiera mantener esa “vía de
comunicación eficaz” que Úriz confiesa que se “fraguó” allá.
Pero el hecho
es que con su confesión de ahora nos está confirmando que era
cierto todo aquello que él y otros socialistas nos han estado negando durante
todos estos años. Porque, cuando en 1992 escribí el artículo antes citado, en
el que dije: “Después de todo lo que hemos oído y leído durante todos estos
meses al Comité Regional del PSN-PSOE, a su Secretario General –Urralburu-, a
su Secretario de Organización –López Mazuelas- y a miembros de su
Ejecutiva –por ejemplo, Cristóbal-, no puede ser cierto que el parlamentario
foral José Luis Úriz contactase con Patxi Zabaleta sobre el
asunto de la investidura del Gobierno de Navarra, ni que el 10 de agosto
(después de la segunda votación fallida de Urralburu) le entregasen a éste,
a Zabaleta, el teléfono de Luis Roldán en una ‘txartela’ –tarjeta-
de la Presidencia del Gobierno de Navarra, ni que Roldán en la conversación que
mantuvieron ese mismo día, le dijera que la elección de Urralburu como
presidente del Gobierno de Navarra era muy importante para el PSOE y que sería
muy importante en el contexto de unas hipotéticas negociaciones, ni que
le ofreciera una reunión con HB si contaban con la garantía previa de
su abstención a Urralburu.
Tampoco puede
ser cierto que Enrique Curiel se reuniera con Zabaleta y le
manifestase su preocupación por que el PP alcanzase un nuevo gobierno autónomo.
No, no puede ser cierto porque, si fuese así, todas las declaraciones de los
dirigentes del PSN-PSOE reflejarían su hipocresía y su afán de engañar a los
navarros”. Carlos Cristóbal, que en ese mes de agosto de 1991 en el que
sucedieron los hechos era jefe de Gabinete del presidente Urralburu, en su
respuesta de junio de 1992 -tan sólo nueve meses después, por lo que hay que
suponer que los datos los tendría entonces frescos- decía: “El Sr.
Palacios puede no creerse que Úriz y Curiel hablaran con el Sr. Zabaleta por
decisión propia y no por encargo del partido”. Entonces no dudé de la palabra
de Cristóbal y pensé que Urralburu y Roldán habían actuado por libre, al margen
del PSOE, pero, ahora, cuando veintiséis años después, José Luis Úriz
nos dice que los contactos que él y Curiel mantuvieron con Patxi
Zabaleta desde 1989 se hicieron siempre con “la supervisión del ínclito
Rubalcaba”, que de éste “recibían las instrucciones” y que “aquello fue un
secreto de estado” que “lo sabía Rubalcaba … y especialmente Felipe González”,
ya no sé a cuál de los dos creer.
Confieso que
me gustaría seguir pensando que la versión verdadera era la dada
por Carlos Cristóbal en 1992, cuando decía que “Úriz y Curiel hablaron
con el Sr. Zabaleta por decisión propia y no por encargo del partido”, porque
me cuesta mucho pensar que éstos actuaron con la supervisión y recibiendo
instrucciones de Rubalcaba y con el visto bueno del que entonces era el presidente
del Gobierno, Felipe González.
Pero es
preciso que nos lo aclaren y mientras no lo hagan, como a confesión de parte
sobran pruebas, me tendré que quedar con la versión dada por José Luis
Úriz y tendré que pensar que cuando Patxi Zabaleta le pidió a Luis
Roldán el nombre del confidente por el que había caído el Comando Nafarroa de
ETA como precio para que Herri Batasuna se abstuviera en la votación y
permitiera así que el socialista Urralburu siguiera en la
presidencia del Gobierno de Navarra, y Roldán pidió ese dato a la Guardia
Civil, lo hizo con el conocimiento del presidente del Gobierno.
Como es algo
tan sórdido e ignominioso, es preciso que Felipe González y el
PSOE lo aclararen cuanto antes y desmientan o ratifiquen lo dicho
por José Luis Úriz.
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