
El domingo,
10 de enero de 2016 amaneció con chubascos
intermitentes y aunque es cierto que el ciclismo se puede practicar con este
tiempo tan desapacible (no hay más que ver y admirar a los aficionados de la
cornisa cantábrica que salen todos los fines de semana caiga lo que caiga) yo
no quise salir. Los motivos son el primer lugar el aumento de peligro por caída
con la carretera mojada; y en segundo lugar porque arrastro desde hace unas semanas
un catarro que no termina de curarse y seguramente salir con la lluvia lo
agravaría.
En castigo a tal actitud fui condenado a pasar tanto
en la mañana del sábado como la del domingo unas horas en ese siniestro invento
llamado los centros comerciales y sus malditas rebajas: INAGUANTABLE, pero ya
se sabe que donde hay patrón o esposa, no manda marinero o marido.
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