Salida del
domingo, 8 de diciembre de 2013 (Festividad de la Inmaculada Concepción
de María, patrona de España y de la fiel Infantería española).
Señora Inmaculada de las gentes de España.
De victoria en Lepanto, de dolor en Rocroi,
rezada a flor de espadas desde el mar de Corinto
a la ribera virgen del río Paraná.
¡Señora Inmaculada de los indios ingenuos
y del hidalgo altivo y de la Inquisición !
Como ayer, como siempre, como cuando hizo falta,
España, de rodillas, te ofrece el corazón.

Me presento a las nueve horas y cincuenta
minutos y salimos de marcha un grupo de unos veinte corredores. Algunos
termómetros de la calle llegan a marcar cuatro grados bajo cero y la helada que
ha caído en la pasada madrugada es importante. Sin embargo, como decía la
canción, nada nos importa el frío,
teniendo la sangre ardiente.
Así, tras los saludos de rigor, damos la
bienvenida por su reincorporación al grupo, al compañero Francisco Morante,
tras sus meses de dolencia. El sería, junto a Miguel, quien nos marcó el ritmo
durante la primera parte de la marcha. Un ritmo soportable para todos los
cicloturistas.
De camino a Alcalá de Henares escuchaba un
roce en la rueda delantera que me hizo parar unos segundos para comprobar que
todo fuera bien. Paré, levanté la rueda delantera, la hice girar y me dio la
impresión de que tocaba la zapata derecha, pero finalmente no era ese el origen
del ruido ni del problema que narraré más adelante. Volví a subir a la bici y a
enganchar con los compañeros de delante.
En el último repecho antes de llegar a
Daganzo de Arriba, los juveniles de San Sebastián de los Reyes mantenían la
velocidad mientras que yo y mis dos co….mpañeros nos descolgábamos. En la
salida de Daganzo nos esperaba José-Luis González que nos daba novedades de la
batalla en la parte delantera y de cómo los gallos adelantaban por derecha,
izquierda, entre coches a los mencionados juveniles en una actitud que, a su
juicio de guerrero curtido en mil batallas, fue un poco temerario.
De este modo, los cuatro, Jose-Luis,
Alejandro, Seve y yo, entrábamos en Torrejón de Ardoz y terminábamos con nuestra
particular carrera.
Llegado a casa, examiné la bici y dí con el problema del ruido que contaba al inicio en mi rueda delantera el cual a su vez estaba relacionado con la velocidad máxima marcada. Resulta que el cable del velocímetro que le une con el sensor de la rueda delantera está enrollado al cable de freno y baja enrollado por la horquilla hasta la posición del sensor. Pues bien, la parte de cable enrollada a la horquilla fue ascendiendo a través de ésta hasta situarle en la parte que une la horquilla al eje del manillar. En dicho lugar el cable rozaba con la rueda delantera, lo que provocaba aquel ruido que a mi me hacía pensar que era el rozamiento de una zapata. Tal fue el roce, y tan continuado, que los cables se pelaron quedando solo el cobre sin funda que lo protegiera y el roce del cobre constantemente con la rueda “engañaba” al ciclocomputador que evidentemente entendía cada continuo roce con una vuelta de rueda: de ahí que la bici marcará los 80 y 90 km/h y que la máxima velocidad fuera de 170 km/h. De ahí también que el recorrido tuviera en torno a los sesenta y cuatro kilómetros y que desde Fresno de Torote a Torrejón la bici se marcara nada más y nada menos que cincuenta kilómetros de recorrido. A pesar de que la avería surgió en Serracines, la media de mi marcha no alcanzó los 50 km/h por poco.
Llegado a casa, examiné la bici y dí con el problema del ruido que contaba al inicio en mi rueda delantera el cual a su vez estaba relacionado con la velocidad máxima marcada. Resulta que el cable del velocímetro que le une con el sensor de la rueda delantera está enrollado al cable de freno y baja enrollado por la horquilla hasta la posición del sensor. Pues bien, la parte de cable enrollada a la horquilla fue ascendiendo a través de ésta hasta situarle en la parte que une la horquilla al eje del manillar. En dicho lugar el cable rozaba con la rueda delantera, lo que provocaba aquel ruido que a mi me hacía pensar que era el rozamiento de una zapata. Tal fue el roce, y tan continuado, que los cables se pelaron quedando solo el cobre sin funda que lo protegiera y el roce del cobre constantemente con la rueda “engañaba” al ciclocomputador que evidentemente entendía cada continuo roce con una vuelta de rueda: de ahí que la bici marcará los 80 y 90 km/h y que la máxima velocidad fuera de 170 km/h. De ahí también que el recorrido tuviera en torno a los sesenta y cuatro kilómetros y que desde Fresno de Torote a Torrejón la bici se marcara nada más y nada menos que cincuenta kilómetros de recorrido. A pesar de que la avería surgió en Serracines, la media de mi marcha no alcanzó los 50 km/h por poco.
Y esta es la crónica de la jornada. Torrejón
de Ardoz, a ocho de diciembre de dos mil trece a las veintiuna horas y veinticuatro
minutos.
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