martes, 1 de enero de 2013

Recordatorio por la muerte de mi padre.



En la fría y heladora madrugada del sábado día 29 de diciembre de 2012 fallecía mi padre, Agustín Barbado García.

Agustín nació en septiembre de 1945 en la localidad segoviana de Sanchonuño. Era el menor de cuatro hermanos. En la escuela de dicha población se formó y en los pinares de esa comarca natural denominada “Tierra de pinares” comenzó su vida laboral como resinero. También realizó alguna campaña de recolección en el campo del sur de Francia.

A mediados de la década de los años sesenta del pasado siglo emigró a Madrid, como tantos jóvenes, en aquel fenómeno social denominado “éxodo rural”. Allí trabajó en una empresa metalúrgica pero pronto encontró su verdadera vocación: la Policía. Ingresó en 1969 en el Cuerpo de Policía Armada, actual Cuerpo Nacional de Policía. Su otra vocación fue su familia, fundada por matrimonio que contrajo con su novia Julia en el año 1970 y fruto del cual tuvo tres hijos.

Fue amigo de sus amigos, buen esposo, padre diligente con sus hijos y con sus responsabilidades; y hermano de sus compañeros de profesión, los cuales, como tales, no le fallaron ni en el último día.

Fue muy feliz e hizo felices a su esposa e hijos. No tuvo enemigos, salvo aquellos que actúan como enemigos de España y de la Iglesia.

El pinar fue su gran entretenimiento, su gran refugio. Pasear para coger piñas, buscar níscalos, cortar leña, respirar el aire del pinar tras una tarde lluviosa. También relacionada con el pinar era su abogada, Nuestra Señora, la Virgen del Pinar, con sede en Torrecilla del Pinar, su protectora y por quien tenía fuerte devoción, junto con el Santo Ángel de la Guarda, su patrón.

Como deportista ha dejado un mueble-librería lleno de trofeos de frontenis ganados frente a sus compañeros de la Policía o de la Guardia Civil. Gran jugador de mus, fue campeón del “open” patrocinado por el "Mesón Conrado" de Torrecilla del Pinar hace pocos años.

En mayo del año dos mil cinco le fue diagnosticada una grave enfermedad. Lo aceptó con mucha preocupación pero sin desánimo. Se sometió a los tratamientos propuestos por los médicos y luchó con las fuerzas que tuvo y con las fuerzas que le fueron quedando. Tuvo momentos muy duros y momentos muy gozosos.
Ahí comenzó su largo camino del Calvario, ahí comenzó a portar la Cruz más dura de su vida. Fue una Cruz muy pesada, cada vez más pesada. Sin embargo, su esposa le ayudó como el buen Cirineo a portarla por el camino sin separarse de él ni un solo día. Su compañía, su hacer y su estar han sido la ayuda más reconfortante.

Desde mediados de noviembre de dos mil doce la situación se hizo muy difícil e irreparable. Los hijos y nietos le dabamos nuestra compañía y amor como medio humano más reconfortante.
En los días previos a la Navidad de dos mil doce su situación se agravó y su camino del Calvario paso al siguiente misterio doloroso: la crucifixión, sí, esa misma crucifixión que lleva al enfermo a rezar aquella oración que dice: ¡Oh Jesús!  Yo en la cama y tú en la Cruz.

Como católico uno de los consuelos que tengo es que el mismo día de Navidad, recién ingresado en el hospital, el capellán le administró el sacramento del perdón y la sagrada comunión. El día 26 de diciembre tuvo el privilegio de ser visitado por el Cardenal y Arzobispo de Madrid, Monseñor Don Antonio María Rouco Varela, el cual le dio su Bendición (bendición apostólica). El viernes, 28 de diciembre, el capellán le administró el sacramento de la Unción y pocas horas después, en compañía de su inseparable esposa, entregó su alma al Señor.

Nos queda la esperanza de que el Señor, en su infinita bondad lo acoja en su seno. Que pueda ver el rostro de Dios. Que le vuelva a reír una perenne primavera.
Descanse en Paz. Amen.

P.D. Martes, 8 de enero de 2013.
Escribo para agradecer todas las muestras de cariño y afecto hacía mi padre y mi familia. Durante la capilla ardiente en el tanatorio de Torrejón no dejaron de pasar visitas de familiares, vecinos, amigos, compañeros de su trabajo. Igualmente ayer, 7 de enero de 2013, durante la misa-funeral celebrada en nuestra parroquia de San Isidro fueron muchos los que dejaron otros quehaceres por acompañarnos. Algunos incluso recorriendo mucha distancia, lo que agradezco muchísimo. Allí también estuvieron sus compañeros, alguno de los cuales acudió desde Salamanca. También me llenó de alegría ver a mi amigo, hermano más bien, J.A. Carrascosa (el tigre de Lillo -Toledo-), que desde que acabamos el servicio militar, allá por el año 1997 nos hemos juntado muy pocas veces, sin perjuicio del contracto telefónico o epistolar.
Siendo este "blog" o cuaderno, referente al ciclismo, cómo no agradecer su presencia en la misa de ayer a los compañeros del Club Ciclista Torrejón que nos acompañaron. 
Muchas gracias a todos.
Oscar Barbado.

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