Domingo, 7
de octubre de 2012 (Festividad de Nuestra Señora la Virgen del Rosario, patrona
de entre otros lugares de Torrejón de Ardoz).
Creo que acerté en salir con la bici, pues el paseo o la
excursión o la quedada fue muy satisfactoria.
Como estamos ya en octubre, la salida se realiza a las
nueve de la mañana. No obstante me levante a las siete de la mañana para
desayunar tranquilamente. Puré de patata, calabaza y calabacín y cuatro
tostadas con mantequilla y mermelada. A las ocho en punto salí de casa para
recoger la bici, dar presión a los neumáticos, calzarme las zapatillas de
ciclista y arrancar. A las ocho y cuarto llegué al velódromo y me puse en
“stand by” en un banco hasta que llegaron los primeros compañeros: Rafa con la
bici y Miguel con el coche.
José-Luis González arrancó a las nueve y cinco pero
nadie le siguió de inmediato así que yo, que tenía la vejiga llena arranqué
hacía Loeches para realizar una
micción en los márgenes de la vía interurbana.
Desde Campo
Real tomamos una carretera que nos dirige a Perales de Tajuña. Se trata de un tramo llano que poco antes de
esta última población nos hace bajar hasta la vega del río Tajuña. Dado que
vamos cuesta abajo y la velocidad es alta hube de ser muy precavido y vigilante
puesto que el estado de la carretera está muy mal, de hecho ya han paso por la
presidencia de la Comunidad
de Madrid, Leguina, Gallardon, Aguirre y ahora Ignacio González, y la carretera
sigue hecha una porquería. De tal modo es así que nuestro compañero Emilio
pinchó por causa de introducir la rueda en una de esos baches-vaguadas.
Resuelto el problema nos reagrupamos llegando a la
población de Tielmes (kilómetro 37
aproximadamente), donde paramos en el bar-restaurante Castilla a tomar el café.
Ya en la cuesta abajo nos lo tomamos más calmados y
así entramos en Torrejón para llegar a casa alrededor de las doce menos diez.
Se cumplen en este día, 7 de octubre, 441 años desde la Batalla de Lepando,
acaecida en 1571. El mar Mediterráneo en el siglo XVI estaba dividido en dos mundos
que dominan de manera contrapuesta un espacio común: De una parte el mundo cristianismo
(en el que el Imperio Español es el paradigma) y de otra, el islamismo (Imperio
otomano) llevaron a ese ámbito su particular guerra santa: la cruzada y el
yihad. La monarquía de Felipe II supo hacer de la causa religiosa y de la
oposición a los otomanos el lazo de unión más popular entre los pueblos de
España y los del sur de Italia. Además, la tradición de la lucha contra el
infiel daba razón suficiente para la entrada en el conflicto a los poderosos
Estados Pontificios.
Al margen de todo ello, la defensa del Mediterráneo
era en esos años vital para España, ya que las incursiones de la marina turca y
de los corsarios del norte de África ponían en peligro la comunicación militar
con las posesiones italianas y la llegada a los puertos levantinos del trigo de
Sicilia. No era un empresa fácil, pero el contexto español tiene los siguiente
antecedentes: Tras el fin de la reconquista en 1492, los moros en territorio
español no se adaptan a las normas jurídicas y a las costumbres y viven como
una auténtica quinta columna. Por otra parte, España está en plena expansión
tratando de evangelizar y conquista América y sus mejores hombres están en la Nueva España. Además estamos
descubriendo nuevos mundos tras América: el Oceano Pacífico, conocido como el
Lago Español, nos obliga a inspeccionar el más inmenso mar de la Tierra y para ello hacen
falta muchos hombres y mucho dinero. Gracias a ello se toma posesión para
España de gran número de islas tales como los atolones del pacífico (ahora en manos
de Inglaterra, Francia y USA), Papua-Nueva Guinea, Filipinas, pugnamos con
Portugal por las islas Molucas, … En fin, con se suele decir tenemos más
guerras que el Emperador Carlos. Y Carlos era el padre de Felipe II, el hombre
que triunfa con la batalla de Lepanto.
Además, en España los moriscos del antiguo reino de
Granada se rebelan (guerra de las Alpularras) en 1570. El 25 de mayo de 1571,
España firmó con el papa Pío V y Venecia las capitulaciones de la Liga Santa , que iba
dirigida a la guerra total. El acuerdo comprometía a Felipe II a contribuir con
la mitad de los hombres y el dinero, a Roma con 1/6 y a Venecia con 2/6. La
armada cristiana, al mando de don Juan de Austria, salió de Mesina el 16 de septiembre
de 1571, compuesta por cerca de 280 naves y 30.000 hombres, tras llevar dos
días de ayuno en penitencia. Los primeros días de octubre avistó a la flota
otomana, algo superior en número de buques, en el golfo de Lepanto; Álvaro de
Bazán, marqués de Santa Cruz, y Alejandro Farnesio convencieron a don Juan para
iniciar un ataque inmediato. El comandante turco, Alí Bajá, planteó una
estrategia envolvente para empujar a los navíos aliados hacía el interior del
golfo, pero la fortaleza de los buques españoles, que combatieron en el centro
de la formación, y la eficacia de un mejor armamento, junto con la adecuada
estrategia de los capitanes, dieron la victoria a la Liga Santa. La batalla
duró cinco horas y en ella murieron, aproximadamente, 35.000 hombres (¡¡¡
Piénselo: 35.000 muertos en 5 horas, es decir, casi 2 personas por segundo).
Hay que recordar que los venecianos, 1/3 de las fuerzas, quisieron abandonar
por enfermedad antes de la batalla, pero las risas de sus compañeros españoles,
por parecer cobardes, les obligó a replantear la situación. Gran número de
dichos españoles estaba compuesto por catalanes, por mucho que les pese a los
de Convergencia y Unión y a los de Izquierda Republicana de Cataluña.
Por otra parte, es conocida la leyenda del Cristo de
Lepanto: el buque español en el que iba Don Juan de Austria portaba un gran
crucifijo y se dice que cuando se dirigía hacía él una bala de cañón musulmán,
el Cristo esquivó la bala con un giro de cintura. Dicho cristo, curvado hacia
la derecha, pasó a llamarse Cristo de Lepanto está en la Catedral de Barcelona
donde recibe la oración de los fieles y donde se ha conservado, sin verse
afectado por las convulsiones revolucionarias de nuestro país (cuando digo
nuestro país me refiero a España, Cataluña incluida, evidentemente), que en
demasiadas ocasiones han tomado un sesgo iconoclasta, para que los
nacionalistas catalanes que gustan de celebrar misa en la catedral lo recuerden.
Ya me gustaría extenderme en este recuerdo de la Batalla de Lepanto, pero
no siendo el objeto principal de mi cuaderno, me atrevo a recordaros los
siguientes títulos al respecto: J. Costas Rodriguez, La batalla de Lepanto. Madrid, 1987. J. Dumont, Lepanto, la historia oculta.. Madrid, 1999. Cesar Vidal, Victoria o muerte en Lepanto. Madrid, 2002.
Hasta el próximo día.
Torrejón de Ardoz, a siete de octubre de dos mil doce a
las dieciséis horas y treinta y siete minutos.
Oscar Barbado.
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