domingo, 7 de octubre de 2012

Domingo, 7 de octubre de 2012


Domingo, 7 de octubre de 2012 (Festividad de Nuestra Señora la Virgen del Rosario, patrona de entre otros lugares de Torrejón de Ardoz).

Los economistas hablan en sus teorías económicas de un concepto llamado “coste de oportunidad” que consiste básicamente en discernir que con una cantidad para gastar puedes escoger entre gastar más o menos en unas cosas, y menos o más en otras cosas. Este concepto vale para la vida diaria. Si quieres coger la bici el domingo, el coste de oportunidad implica que ese mismo día del domingo no podrás estar en casa mirando papales, viendo la tele o dando un paseo con la mujer y los niños. Pues bien, este domingo el coste de oportunidad en mi caso era escoger entre salir en bici, o bien ir con la familia a ver la fiesta de Torrejón y en particular el Homenaje a la Bandera de España.
Creo que acerté en salir con la bici, pues el paseo o la excursión o la quedada fue muy satisfactoria.

Como estamos ya en octubre, la salida se realiza a las nueve de la mañana. No obstante me levante a las siete de la mañana para desayunar tranquilamente. Puré de patata, calabaza y calabacín y cuatro tostadas con mantequilla y mermelada. A las ocho en punto salí de casa para recoger la bici, dar presión a los neumáticos, calzarme las zapatillas de ciclista y arrancar. A las ocho y cuarto llegué al velódromo y me puse en “stand by” en un banco hasta que llegaron los primeros compañeros: Rafa con la bici y Miguel con el coche.

Estos primeros días de octubre están siendo cálidos, por el retraso del veranillo de San Miguel y voy con pantalón corto y con chaleco y manguitos. Sobre las ocho menos cuarto empiezan a llegar ciclistas de todas las categorías: gallos, supergallos, campeonísimos. Los de categoría “insular” y “continental” somos los menos. Así que habrá que estar muy atento a los cortes. En la salida también se presenta Alejandro, convaleciente de una dura caída sufrida en el pasado mes de agosto y que le ha costado diversas fracturas y daños en el pericardio. Estaba con buen aspecto y deseoso de empezar de nuevo a rodar. Se coloco de copiloto con Miguel en el coche escoba.
José-Luis González arrancó a las nueve y cinco pero nadie le siguió de inmediato así que yo, que tenía la vejiga llena arranqué hacía Loeches para realizar una micción en los márgenes de la vía interurbana.
Al igual que pasó el anterior domingo, no se desató guerra hasta el café. Así fuimos juntos y en los repechos los “pro-Tour” se apiadaban del resto de compañeros y nos esperaban dando vueltas a las rotondas como así pasó en Campo Real. Actitud que hay que aplaudir ya que desde estas páginas a veces he recriminado la conducta contraria.
Desde Campo Real tomamos una carretera que nos dirige a Perales de Tajuña. Se trata de un tramo llano que poco antes de esta última población nos hace bajar hasta la vega del río Tajuña. Dado que vamos cuesta abajo y la velocidad es alta hube de ser muy precavido y vigilante puesto que el estado de la carretera está muy mal, de hecho ya han paso por la presidencia de la Comunidad de Madrid, Leguina, Gallardon, Aguirre y ahora Ignacio González, y la carretera sigue hecha una porquería. De tal modo es así que nuestro compañero Emilio pinchó por causa de introducir la rueda en una de esos baches-vaguadas.
Resuelto el problema nos reagrupamos llegando a la población de Tielmes (kilómetro 37 aproximadamente), donde paramos en el bar-restaurante Castilla a tomar el café.
Tras este receso, retomamos el sentido de la marcha para desviarnos a la izquierda, para llegar a Valdilecha, carretera ésta que conocemos más por descenderla que por este sentido ascendente. Así fuimos agrupados hasta la población pero a su salida, donde la pendiente se endurece, el grupo se fraccionó. Por delante, la mayoría de ciclistas, gallos, supergallos, pro-tour. Por detrás, desunidos (como las autonomías españolas), los pollos, insulares o continentales.
Subí solo, fui adelantado por Benito, al que ya no pude alcanzar. Fue alcanzado en el llano por Jesús “Sobradillo”, Victor y Martín y formamos un cuarteto que hicimos el resto del recorrido sin alcanzar a nadie y sin ser atrapados por detrás. Llegamos a Pozuelo del Rey y realizamos una bajada rápida a Torres de la Alameda donde alcancé la velocidad máxima de la jornada 76 km/h. Torres de la Alameda estaba también de fiesta, al parecer también tiene como patrona a la Virgen del Rosario, y nos colamos por una calle cortada donde estaban los kioskos de los confiteros y los tio-vivos. Tomamos la carretera nueva que nos lleva a las vias del AVE y allí noto que las piernas flojean: Jesús tira con el plato grande y yo tengo que subir más flojo con plato pequeño. Victor y Martín aguantan el ritmo de Jesús y yo tengo que apretar los dientes para que los abuelotes no tengan que mirar para atrás a ver que pasa conmigo.
Ya en la cuesta abajo nos lo tomamos más calmados y así entramos en Torrejón para llegar a casa alrededor de las doce menos diez.

Se cumplen en este día, 7 de octubre, 441 años desde la Batalla de Lepando, acaecida en 1571. El mar Mediterráneo en el siglo XVI estaba dividido en dos mundos que dominan de manera contrapuesta un espacio común: De una parte el mundo cristianismo (en el que el Imperio Español es el paradigma) y de otra, el islamismo (Imperio otomano) llevaron a ese ámbito su particular guerra santa: la cruzada y el yihad. La monarquía de Felipe II supo hacer de la causa religiosa y de la oposición a los otomanos el lazo de unión más popular entre los pueblos de España y los del sur de Italia. Además, la tradición de la lucha contra el infiel daba razón suficiente para la entrada en el conflicto a los poderosos Estados Pontificios.
Al margen de todo ello, la defensa del Mediterráneo era en esos años vital para España, ya que las incursiones de la marina turca y de los corsarios del norte de África ponían en peligro la comunicación militar con las posesiones italianas y la llegada a los puertos levantinos del trigo de Sicilia. No era un empresa fácil, pero el contexto español tiene los siguiente antecedentes: Tras el fin de la reconquista en 1492, los moros en territorio español no se adaptan a las normas jurídicas y a las costumbres y viven como una auténtica quinta columna. Por otra parte, España está en plena expansión tratando de evangelizar y conquista América y sus mejores hombres están en la Nueva España. Además estamos descubriendo nuevos mundos tras América: el Oceano Pacífico, conocido como el Lago Español, nos obliga a inspeccionar el más inmenso mar de la Tierra y para ello hacen falta muchos hombres y mucho dinero. Gracias a ello se toma posesión para España de gran número de islas tales como los atolones del pacífico (ahora en manos de Inglaterra, Francia y USA), Papua-Nueva Guinea, Filipinas, pugnamos con Portugal por las islas Molucas, … En fin, con se suele decir tenemos más guerras que el Emperador Carlos. Y Carlos era el padre de Felipe II, el hombre que triunfa con la batalla de Lepanto.
Además, en España los moriscos del antiguo reino de Granada se rebelan (guerra de las Alpularras) en 1570. El 25 de mayo de 1571, España firmó con el papa Pío V y Venecia las capitulaciones de la Liga Santa, que iba dirigida a la guerra total. El acuerdo comprometía a Felipe II a contribuir con la mitad de los hombres y el dinero, a Roma con 1/6 y a Venecia con 2/6. La armada cristiana, al mando de don Juan de Austria, salió de Mesina el 16 de septiembre de 1571, compuesta por cerca de 280 naves y 30.000 hombres, tras llevar dos días de ayuno en penitencia. Los primeros días de octubre avistó a la flota otomana, algo superior en número de buques, en el golfo de Lepanto; Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz, y Alejandro Farnesio convencieron a don Juan para iniciar un ataque inmediato. El comandante turco, Alí Bajá, planteó una estrategia envolvente para empujar a los navíos aliados hacía el interior del golfo, pero la fortaleza de los buques españoles, que combatieron en el centro de la formación, y la eficacia de un mejor armamento, junto con la adecuada estrategia de los capitanes, dieron la victoria a la Liga Santa. La batalla duró cinco horas y en ella murieron, aproximadamente, 35.000 hombres (¡¡¡ Piénselo: 35.000 muertos en 5 horas, es decir, casi 2 personas por segundo). Hay que recordar que los venecianos, 1/3 de las fuerzas, quisieron abandonar por enfermedad antes de la batalla, pero las risas de sus compañeros españoles, por parecer cobardes, les obligó a replantear la situación. Gran número de dichos españoles estaba compuesto por catalanes, por mucho que les pese a los de Convergencia y Unión y a los de Izquierda Republicana de Cataluña.
Por otra parte, es conocida la leyenda del Cristo de Lepanto: el buque español en el que iba Don Juan de Austria portaba un gran crucifijo y se dice que cuando se dirigía hacía él una bala de cañón musulmán, el Cristo esquivó la bala con un giro de cintura. Dicho cristo, curvado hacia la derecha, pasó a llamarse Cristo de Lepanto está en la Catedral de Barcelona donde recibe la oración de los fieles y donde se ha conservado, sin verse afectado por las convulsiones revolucionarias de nuestro país (cuando digo nuestro país me refiero a España, Cataluña incluida, evidentemente), que en demasiadas ocasiones han tomado un sesgo iconoclasta, para que los nacionalistas catalanes que gustan de celebrar misa en la catedral lo recuerden.
Ya me gustaría extenderme en este recuerdo de la Batalla de Lepanto, pero no siendo el objeto principal de mi cuaderno, me atrevo a recordaros los siguientes títulos al respecto: J. Costas Rodriguez, La batalla de Lepanto. Madrid, 1987.  J. Dumont, Lepanto, la historia oculta.. Madrid, 1999.  Cesar Vidal, Victoria o muerte en Lepanto. Madrid, 2002. 

Hasta el próximo día.
Torrejón de Ardoz, a siete de octubre de dos mil doce a las dieciséis horas y treinta y siete minutos.


Oscar Barbado.

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