Salida del
domingo, 6 de octubre de 2013 (Festividad de San Bruno y San Gonzalo).
San Bruno (c. 1030-1101), monje
alemán, conocido como Bruno el Cartujo, fundador de la orden de los cartujos.
Nació en Colonia y estudió en Reims, donde se distinguió hasta el punto de ser
nombrado maestrescuela de todos los centros de la diócesis en 1056 o 1057.
Atormentado por la decadencia de su época, Bruno se refugió, junto con 6
discípulos, en un valle de la montaña al norte de Grenoble donde, en 1084 fundó
la orden de los cartujos. En 1090 el papa Urbano II, que había sido estudiante
bajo la tutela de Bruno, le llamó a Roma en calidad de consejero personal.
Bruno obedeció con renuencia y rechazó con firmeza cualquier propuesta de
reconocimiento. Acompañó a Urbano en su huida a la Campagnia ante el
eminente ataque del emperador Enrique IV. En 1094 Bruno abandonó el entorno
pontificio y estableció un segundo monasterio cartujo, denominado La Torre, en un paraje remoto
de Calabria, cerca de Catanzaro, donde murió. Fue canonizado en 1514 por el
papa León X y su festividad se celebra el 6 de octubre.
Domingo, 6 de octubre de
2013 (9:00h)
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Distancia
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Tiempo
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Velocidad media total
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Velocidad media
parcial
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34º
JORNADA
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horas
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minutos
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segundos
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En
grupo
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20,000
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0
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53
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59
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22,229
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22,229
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30,000
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1
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20
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36
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22,333
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22,542
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40,000
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1
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42
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30
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23,415
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27,397
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café en El Pozo de Gu.
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41,250
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1
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44
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31
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23,680
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37,190
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50,000
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1
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58
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6
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25,402
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38,650
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70,000
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2
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28
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6
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28,359
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40,000
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80,000
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2
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46
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44
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28,788
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32,200
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88,000
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3
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5
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0
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28,541
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26,277
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máxima 71,860 km/h
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media según máquina 28,770 km/h
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tiempo total 516 h 28 min
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Km total 13.440
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Recorrido
propuesto: Torrejón de Ardoz,
carretera nueva, Torres de la
Alameda, Valverde de Alcalá, Corpa, Pezuela de las Torres, Pioz,
El Pozo de Guadalajara, Santorcaz, Anchuelo, El Gurugu, Cuatro Carreteras, Torrejón
de Ardoz.
75 Kilómetros. Avituallamiento: EL POZO
9:00 horas: Mañana fresca aunque considero
que no es para llevar manga larga. No cojo manguitos. Desayuno fuerte (café con
leche, cuatro tostadas con mantequilla y mermelada y medio cuenco de lentejas).
Llego al velódromo a las ocho y media
pasadas. Allí está nuestro compañero Rafa. Poco a poco se van presentando
compañeros a la salida. Curiosamente todos van en manga larga y muchos con
pantalón largo o por debajo de la rodilla.
Le toca conducir a Miguel Ángel González
Alonso.
La marcha comenzó lenta con intención de
no descolgar a ningún compañero. Así llegamos a Torres de la Alameda
todos unidos. Desde Torres pegaba el viento de frente o de costado y se pasaba
mal. Iba en cabeza con nuestro ilustre segoviano Nacho Pecharromán, en ligera
subida hasta Valverde de Alcalá.
Desde Valverde giramos a la izquierda en busca de Corpa y sigo encabezando la
marcha hasta que la pendiente se hace más dura, donde empiezo a ser adelantado
por toda la gallería del grupo.
Evidentemente me quedé, pero no el último, sino en tierra de nadie, entre el
grupo de cabeza y los varios grupúsculos que se fueron formando por detrás.
Ascendía a Corpa poniendo el
pulsómetro a 165 pulsaciones por minuto. Esta vez, en toda la jornada no vi el
marcador dispararse por encima de las 200 ppm como consecuencia de arritmias, a
Dios gracias.
Llegado a la cumbre de Corpa cogí aire y
empecé a poner un ritmo de caza (si bien es cierto que a los de delante solo se les caza si se dejan). Así alcancé a Alejandro
que en los distintos toboganes del tramo de Corpa a Pezuela de las Torres se quedó un poco. Luego alcancé a Millán
(el lagunero universal) y a Benito. Los tres formamos grupo aunque
ciertamente Millán iba tocado porque se pasó de revoluciones en la subida a
Corpa. Por tanto entre Benito y yo fuimos surcando el viento para buscar la
población alcarreña de Pioz en un cruce con un “stop” algo peligroso por estar
en una carretera cuesta abajo y con mal firme.
Tras alcanzar Pioz, Millán empezó a entrar al relevo y así nos presentamos en El Pozo de Guadalajara, en un bar en la
carretera de Pioz. Allí estaba el grupo de cabeza con el café servido en la
barra, por lo que debían de llevar alrededor de cinco minutos. Sin ánimo de ser
exhaustivos y pidiendo perdón por las posibles omisiones el grupo lo formaban:
Javi Beckam, Emilio, Nacho Pecharroman, Nacho Vecino, Adriano, Denis y otros
tres compañeros cuyos nombres desconozco aunque parezca feo decirlo (o en mi
caso, escribirlo).
Tras el café reanudamos la marcha con viento
a favor y en dirección a Santorcaz y
Anchuelo. Fue en este tramo donde alcancé la velocidad máxima del día: 71 km/h. Daba vértigo.
Muchos compañeros quedaron descolgados de la gallería pero un providencial Nacho Pecharromán que me dijo “ni arritmias, ni ostias” empezó a tirar
fuerte para no descolgarse. A su rueda su puso Denis y tras ambos yo.
Escribo “ostias”
sin hache para no ofender el nombre y el cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo.
Además Ostia fue un renombrado puerto italiano en la desembocadura del río
Tiber, del que partieron muchos barcos y flotas para defender Roma de sus
enemigos en las luchas de las guerras púnicas y también posteriormente en época
del Emperador Julio Cesar. El puerto fue fundado por el cuarto rey romano Anco
Marcio hacia el año 640 a.C.
y dejó de ser puerto en el siglo I d.C cuando fue cubierto de arena por orden
del emperador Claudio I para fundar un nuevo puerto a unos tres kilómetros de
distancia llamado “portus” (que original). Por lo tanto, creo firmemente que
cuando Nacho me dijo, me gritó, al adelantarme “ni arritmias, ni ostias”
dijo “ostias” también sin hache. Además al leer sus labios no vi salir ninguna
hache por su boca.
Continuando con la crónica de la jornada,
indico que ciertamente no me descolgué por mucha fortuna del grupo. Sin
embargo, poco dura la alegría en la casa del pobre y cuando la carretera se
empinaba en lo que comúnmente conocemos con “el reventón”, cuesta que procede
El Gurugú, me quede clavado. Quise incluso cambiar de plato, pero la tensión de
la cadena me lo impedía y al dejar de dar pedales con fuerza, perdiendo toda la
energía cinética y potencial, la cadena cambio de plato, reanudé el ritmo pero
ya fue imposible llegar. Por detrás no veía a nadie salvo al coche de
asistencia, lo cual me sorprendió porque
sabía que había muchos compañeros por detrás. Sea como fuere, llegué al cruce
de El Gurugú sin saber por donde
seguir: ¿Torres o Alcalá? Me decanté por bajar El Gurugú y una vez terminada la
bajada el coche del equipo se puso a mi par para que me dijera el conductor que
bajara el ritmo porque detrás venían compañeros. Así en pocos minutos Miguel,
Seve y otro compañero cuyo nombre no recuerdo pero que conduce una Orbena con
tres platos, me daban alcance y así juntos y a relevos nos presentamos en la
carretera del Zoo y entramos a Torrejón por la carretera de Loeches.
Los compañeros giraron en dirección al
Restaurante Asturiano. Yo continué en solitario pues llevaba unos setenta y dos
kilómetros de salida y dado que el ERE que padezco no me deja tomar cerveza con
los compañeros (si lo lee mi jefe, espero que no se ofenda) decidí continuar
con la marcha en solitario y hacer algún kilómetro más cerca de casa.
Finalmente recorrí ochenta y ocho
kilómetros y estuve sobre la bici más de tres horas, lo cual me viene muy bien
para entrenar mi maltrecho corazón que por fin no se puso arrítmico en una
salida con el Club Ciclista Torrejón, lo cual ya me empezaba a preocupar, pues
en solitario no suelo padecer ningún problema, pero ir a la rueda de los
Nachos, Adrianos, Sedanos & company
puede ser perjudicial para la salud.
Se cumplen en el día 7 de octubre, 442 desde la Batalla de Lepando,
acaecida en 1571. El mar Mediterráneo en el siglo XVI estaba dividido en dos mundos
que dominan de manera contrapuesta un espacio común: De una parte el mundo cristianismo
(en el que el Imperio Español es el paradigma) y de otra, el islamismo (Imperio
otomano) llevaron a ese ámbito su particular guerra santa: la cruzada y el
yihad. La monarquía de Felipe II supo hacer de la causa religiosa y de la
oposición a los otomanos el lazo de unión más popular entre los pueblos de
España y los del sur de Italia. Además, la tradición de la lucha contra el
infiel daba razón suficiente para la entrada en el conflicto a los poderosos
Estados Pontificios.
Al margen de todo ello, la defensa del Mediterráneo
era en esos años vital para España, ya que las incursiones de la marina turca y
de los corsarios del norte de África ponían en peligro la comunicación militar
con las posesiones italianas y la llegada a los puertos levantinos del trigo de
Sicilia. No era un empresa fácil, pero el contexto español tiene los siguiente
antecedentes: Tras el fin de la reconquista en 1492, los moros en territorio
español no se adaptan a las normas jurídicas y a las costumbres y viven como
una auténtica quinta columna. Por otra parte, España está en plena expansión
tratando de evangelizar y conquista América y sus mejores hombres están en la Nueva España. Además estamos
descubriendo nuevos mundos tras América: el Oceano Pacífico, conocido como el
Lago Español, nos obliga a inspeccionar el más inmenso mar de la Tierra y para ello hacen
falta muchos hombres y mucho dinero. Gracias a ello se toma posesión para
España de gran número de islas tales como los atolones del pacífico (ahora en
manos de Inglaterra, Francia y USA), Papua-Nueva Guinea, Filipinas, pugnamos
con Portugal por las islas Molucas, … En fin, con se suele decir tenemos más
guerras que el Emperador Carlos. Y Carlos era el padre de Felipe II, el hombre
que triunfa con la batalla de Lepanto.
Además, en España los moriscos del antiguo reino de
Granada se rebelan (guerra de las Alpularras) en 1570. El 25 de mayo de 1571,
España firmó con el papa Pío V y Venecia las capitulaciones de la Liga Santa, que iba
dirigida a la guerra total. El acuerdo comprometía a Felipe II a contribuir con
la mitad de los hombres y el dinero, a Roma con 1/6 y a Venecia con 2/6. La
armada cristiana, al mando de don Juan de Austria, salió de Mesina el 16 de septiembre
de 1571, compuesta por cerca de 280 naves y 30.000 hombres, tras llevar dos
días de ayuno en penitencia. Los primeros días de octubre avistó a la flota
otomana, algo superior en número de buques, en el golfo de Lepanto; Álvaro de
Bazán, marqués de Santa Cruz, y Alejandro Farnesio convencieron a don Juan para
iniciar un ataque inmediato. El comandante turco, Alí Bajá, planteó una
estrategia envolvente para empujar a los navíos aliados hacía el interior del
golfo, pero la fortaleza de los buques españoles, que combatieron en el centro
de la formación, y la eficacia de un mejor armamento, junto con la adecuada
estrategia de los capitanes, dieron la victoria a la Liga Santa. La batalla
duró cinco horas y en ella murieron, aproximadamente, 35.000 hombres (¡¡¡
Piénselo: 35.000 muertos en 5 horas, es decir, casi 2 personas por segundo).
Hay que recordar que los venecianos, una tercera parte de las fuerzas, quisieron
abandonar por enfermedad antes de la batalla, pero las risas de sus compañeros
españoles, por parecer cobardes, les obligó a replantear la situación. Gran
número de dichos españoles estaba compuesto por catalanes, por mucho que les
pese a los de Convergencia y Unión, a los de Izquierda Republicana de Cataluña
y a los de Iniciativa por Cataluña.
Por otra parte, es conocida la leyenda del Cristo de
Lepanto: el buque español en el que iba Don Juan de Austria portaba un gran
crucifijo y se dice que cuando se dirigía hacía él una bala de cañón musulmán,
el Cristo esquivó la bala con un giro de cintura. Dicho cristo, curvado hacia la
derecha, pasó a llamarse Cristo de Lepanto está en la Catedral de Barcelona
donde recibe la oración de los fieles y donde se ha conservado, sin verse
afectado por las convulsiones revolucionarias de nuestro país (cuando digo nuestro
país me refiero a España, Cataluña incluida, evidentemente), que en demasiadas
ocasiones han tomado un sesgo iconoclasta, para que los nacionalistas catalanes
que gustan de celebrar misa en la catedral lo recuerden.
Ya me gustaría extenderme en este recuerdo de la Batalla de Lepanto, pero
no siendo el objeto principal de mi cuaderno, me atrevo a recordaros los
siguientes títulos al respecto: J. Costas Rodriguez, La batalla de Lepanto. Madrid, 1987. J. Dumont, Lepanto, la historia oculta.. Madrid, 1999. Cesar Vidal, Victoria o muerte en Lepanto. Madrid, 2002.
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He aquí la pagina 30 del número 347 de Ciclismo a Fondo
donde me han publicado una carta aunque no he ganado
el concurso
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He echado de menos a Carlos Bravo a quién
llevo sin ver varias salidas. Espero que te encuentres bien, querido compañero.
Quiero enviar también un afectuoso saludo a Francisco Morante esperando que te
encuentres en vías de restablecimiento.
Me despido, con las ganas de volver a
vernos el próximo domingo si Dios quiere.
Torrejón de Ardoz, a seis de
octubre de dos mil trece a las dieciocho horas y treinta y siete minutos.